Verde que te quiero verde... 🍃 Sanalejo (Cajicá)
Una costumbre muy bogotana es
salir a “comer fuera” los fines de semana. Esto es dejar los linderos de la
ciudad para embarcarnos en lo que llamamos “paseos a la sabana”. La sabana de
Bogotá abarca los municipios aledaños en los departamentos de Cundinamarca
y Boyacá. Salir el domingo a
almorzar es una forma de escapar de la ciudad para tomar aire, dejarse llevar
por los paisajes verdes de la variada geografía colombiana y cambiar, aunque
sea por un par de horas, el ritmo acelerado de la urbe por un recorrido lento y
tranquilo con destino a un restaurante campestre. Por el camino se pueden admirar los variados cultivos que contra todo
pronóstico perviven, los arboles que besan las carreteras y las planicies
verdes. “Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas.” (García Lorca)
Los domingos las familias bogotanas, salen en auto en hordas que inundan la
autopista tras un ajiaco santafereño, uno de nuestros platos típicos más
típicos, o una carne asada, que si bien
corresponde más a la gastronomía de los llanos orientales, es una de las comidas de mayor demanda en fin
de semana. El olor de la carne a la brasa, la ligera humareda que llena el aire
de sabores y el ambiente rural, es algo a lo que es difícil resistirse viviendo
en Bogotá.
Alejarse poco a poco de la urbe
turbulenta (no solo por afanes contemplativos sino también por las dificultades
del tráfico) es toda una experiencia que
devuelve a los viajeros un cierto aire de mundo campesino, de ruralidad,
de raíces y recuerdos. Porque los colombianos pese a las nostalgias que a veces
nos asaltan de nuestros ancestros europeos, somos mestizos y tenemos ingentes
porcentajes de sangre indígena, diluida por siglos de olvido. Y el sabor del
campo abierto, las casitas con techumbres rojas, pintadas con cal y custodiadas
por perros y gallinas, hacen parte de nuestra memoria, incluso para quienes
hemos vivido siempre en la ciudad.
Por esos caminos de la tradición
llegamos hasta Cajicá a una hora de
camino por la autopista norte. Una vez allí
pasamos por San Alejo, un restaurante a
su vez mueblería con algo de anticuario, que ofrece a los paseantes la
posibilidad de buenas carnes al carbón, comidas tradicionales y una colección
pequeña pero interesante de muebles,
accesorios para decorar y regalos. A más de todo ello, por supuesto, ofrecen
Café. No sobra decir que el café, en su maravillosa y omnipresente naturaleza,
es deseable en diferentes momentos del día, pero es indispensable al levantarse
y después del almuerzo.
El restaurante y mueblería San Alejo, conserva parte de su espíritu colonial con
paredes de adobe y lozas rústicas en el
piso, muebles pesados de madera, y colores alegres que rompen con la austeridad
tradicional de la estética colonial. El café, servido en tasas esmaltadas muy
lindas, es agradable, ligeramente ácido y con un espectacular olor a café
colombiano, que en un domingo de paseo
viene mezclado con añoranzas de abuelos, de tiempos idos, de mundo agrario, de
campo abierto. Este domingo el sol se filtraba por las ventanas dejando un
rastro de luz. Tomamos el café sorbo a sorbo extrañando los muchos lugares
hermosos, los cientos de pequeños restaurantes que antes bordeaban las
carreteras y que han desaparecido por el
avance demoledor de los centros comerciales, que enormes, luminosos, uniformes
han ido irrumpiendo en el bucólico mundo de los pueblos para arrastrarlos de un
tirón hacia la “modernidad”.
"Un corazón, no asienta bien con la ropa moderna.” Oscar Wilde
Dirección: Diag. 6 #3-35, Cajicá (Cundinamarca)
Recomendación: Café acompañado de cuajada con melao caliente. Postre típico del altiplano cundiboyacense. Aquí una receta: http://mitierracolombiana.co/cuajada-con-melao-postre-tipico-del-altiplano-cundiboyacense//
Lo mejor: Un digno sobreviviente a la modernidad homogeneizante. Aguante Sanalejo! 💪
Námaste, Rebeca y Laura.
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