Gatos y gatos 🐈🐈: de vuelta al blog


Hace mucho tiempo que no publicamos, lo que sin duda no es muy conveniente para mantener vivo el blog y conservar seguidores. Las razones son ocupaciones, tristezas, alegrías, problemas de salud, viajes y una cierta resistencia (mía) a exponer emociones. Hoy escribo casi contra las cuerdas por insistencia de Laura que se niega a dejar morir el blog. Escribo y aquí intentando encontrar las palabras se me va haciendo un nudo en la garganta. En esta entrada quiero hablar de un lugar muy especial que recoge un “concepto” el café de gatos “Feline Cafe“. Para quienes somos amantes de los gráciles y elusivos gatos, que nos conmovemos con sus ojos infinitos y sus movimientos elásticos y delicados de animales perfectos, nada mejor que un café de gatos. Esa nostalgia que tenemos del mundo natural, de nuestro lado salvaje, se condensa en estos pequeños felinos, bellos como pocos, amistosos e indiferentes al mismo tiempo, tiernos y peligrosos. ¿Es nuestro yo primitivo el que intentamos abrazar cuando buscamos la compañía de un gato? ¿Es un encuentro con nuestra libertad perdida, civilizada, lo que tanto atrae de los gatos? Esa indiferencia permanente que parece contentarse con un rayo de sol, que no se somete ni a la necesidad del alimento, es quizá la razón de la fascinación que ejercen los gatos sobre el ánimo de muchos humanos. Aunque también puede ser su capacidad de moverse en dos planos: su mundo, mágico, místico e incomprensible (siempre me pregunté qué pasaba por la hermosa cabeza de mi gato cuando fijaba la pupila en un lugar más allá de todo lo visible, como mirando hacia otro universo), y el mundo nuestro, lleno de muros y espacios cerrados, de límites y fronteras. ¿Es lo inasible de su presencia lo que los hace tan seductores?

Un café de gatos es la oportunidad de rozar su suave piel, de tenerlos por unos minutos sin pretender su posesión, de dejarse seducir por la languidez de su sueño, por la gracia de sus juegos, de sentirse feliz porque alguno quiso acercarse, dejarse acariciar y permitirnos sentir los huesos livianos y darnos el regalo de su complacencia con un ronroneo. En fin, un café de gatos, es mucho más que un café, es una experiencia de encuentro con su ser libertario, que aun viviendo bajo un techo se niega a ser domesticado. Quizá de eso se trata ir a un café de gatos, de tener un lugar de encuentro con la belleza de un rebelde eterno.
Pues bien, después de hacer evidente que vivo cautivada por el espíritu gatuno, fuimos a un café de gatos estando en Ottawa, Canadá, en mi primer encuentro con la nieve mientras descubría un mundo vestido por el invierno. Debimos cruzar la ciudad hasta Wellington West para llegar, con la indiscutible expectativa de conectarnos a través del tiempo y la distancia con “nuestro” precioso gato, en ese momento muy lejos de nosotras y enfermo. El café un tanto desangelado tiene dos espacios, el de entrada en donde una muchacha recibe los pedidos de bebidas o alimentos y suministra las indicaciones para acceder a un segundo ambiente, separado por una puerta de cristal, en donde se encuentran los gatos. En éste a más de las mesas y sillas normales, hay (por supuesto) muebles para gatos en donde duermen, se estiran y se dejan ver sin ningún pudor. Sabiéndose dueños del lugar van de un lado a otro buscando su mejor acomodo, los mayores auscultan el aire y los pequeños juegan dando un espectáculo al que es difícil sustraerse.  Se comportan como suelen hacerlo los gatos, sin inquietarse por la presencia de quienes, esperanzados en poderlos acariciar, se sientan a su alrededor.
Que más puedo contar, el café pasa a un segundo plano no recuerdo muy bien su sabor o su calidad en general, me queda la sensación, la atmósfera del lugar. Los gatos para los egipcios eran dioses protectores del hogar; pues bien, al verlos y estar tan cerca y hoy recordarlos y haber vivido con uno de ellos y haberlo perdido, no me queda duda alguna son deidades que habitan nuestro mundo para no permitirnos olvidar que somos mucho más que máquinas de trabajo, que somos naturaleza, animalidad profunda, libertaria y pura, y somos dioses capaces de perseguir las estrellas.
Dedicado a Tsuki.



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